Nunca me han gustado las despedidas. Creo que es lo único que hace difícil irte. Y qué ironía más grande que lleve seis meses impaciente porque llegue este día, y ahora que por fin ha llegado, preferiría que el tiempo se hubiese pasado más lento. Haber tenido más tiempo para decir cosas que no he dicho, o para hacer cosas que no ha hecho. Pero mi avión sale en un par de horas y lo único que puedo hacer ahora es, me guste o no, despedirme.