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martes, 6 de noviembre de 2018

Escrito el jueves, 1 de junio de 2017


Diez meses parece muchísimo tiempo. ¿Te vas diez meses a América? ¿Tanto tiempo? ¡Qué valiente eres! 

He oído estas frases tantas veces que al final me las he acabado creyendo. Diez meses es mucho tiempo, tendré tiempo de hacer mil cosas, todavía queda mucho para volver a España, el momento de volver a casa nunca va a llegar, etc.

Me sigue sorprendiendo lo relativo que es el tiempo. Sé que todas las entradas que escribo hablan de lo rápido que pasa todo. Un mes se te pasa volando y el siguiente se hace eterno. Y créeme, sé de lo que hablo, porque adivina desde donde estoy escribiendo esta entrada.


Eso es: desde el avión de vuelta a casa. A falta de 5 horas y 20 minutos para aterrizar en Madrid, intento dormirme pero la mente no me deja. Hoy no ha sido un día fácil. Diría, de hecho, que ha sido uno de los más difíciles.

Desde hace un par de días ya me he estado despidiendo de mis amigos y familiares. Con algunos no pude evitar que se me escaparan algunas lágrimas, pero a pesar de todo, hasta esta mañana no sentí que todo había acabado, que me volvía a casa. 

Lo peor de todo fue ayer. Después de terminar por fin de hacer las maletas, hemos ido al “Capitol” una última vez. Supongo que no os acordaréis, pero el primer día que pasé aquí, mi madre me llevó a ese mismo sitio y me sacó una foto justo desde delante. Ayer repetimos esa misma foto, sacada desde el mismo lugar.

Después de eso habíamos quedado con la familia para cenar y despedirnos. Al terminar volvimos a casa e intenté irme a dormir temprano (cosa que no conseguí porque en vez de eso, mi familia y yo nos tumbamos en la cama a mirar al techo mientras nos contábamos algunos de los mejores recuerdos que tenemos juntos).

Nunca pensé que pudiese dejar tanta huella en la vida de alguien. La gente viene y va de tu vida, pero muy poca se queda para siempre. Es curioso como sientes esa conexión con algunas personas, una conexión que sabes que durará para siempre. Mi familia americana ha sido importante para mí desde el primer día, pero poco a poco, con el tiempo, se fue forjando esa conexión, haciéndose más y más fuertes, hasta el punto en el que estamos ahora, en el que me he dado cuenta de que no hace falta compartir la misma sangre para ser parte de la misma familia.

Me cuesta expresar con palabras lo que siento ahora mismo. Sé que en España me espera mi vida de siempre, la normalidad, y sé que estaré bien ahí. Pero dejar atrás América me rompe el corazón. Sé lo mucho que voy a extrañar a mi familia, y sé que cada día pensaré en ellos y la espera para verlos de nuevo se hará eterna. Voy a echar de menos miles de cosas de lo más sencillas. Las montañas, las ardillas, los ciervos en medio del jardín, los planes que hacíamos en familia, las bromas que teníamos entre nosotros, los “Taco Tuesdays”, las tardes en las que no salíamos de casa y me quedaba viendo películas con mi hermana…Tantas cosas.

Miro desde la ventana del avión como lentamente se va haciendo de noche. Intento no volver a llorar. Todo parece demasiado irreal. Todavía tengo la sensación de que al final del día de hoy Kim estará aquí, esperándome con el coche para llevarme a casa, sonriente y con ganas de que le cuente como ha ido mi día, como siempre. Le contaré cada detalle de lo que he hecho hoy, reiremos, hablaremos de lo que vamos a hacer mañana, llegaremos a casa, los perros vendrán a saludarnos, Grace y Lee me contarán lo que han hecho hoy… y todo será como siempre.

Hoy me he despertado a las tres de la mañana. Uno de los perros ha pasado la noche conmigo, y he podido ver claramente lo mucho que me odiaba en ese momento por haberlo despertado en medio de la noche. Me he vestido y preparado, y casi sin darme cuenta me he subido al coche, dejando atrás lo que hasta ahora era mi habitación, mi casa. Una vez en el coche he respirado hondo y les he dado a Kim, Lee y Grace la carta que llevo un par de semanas escribiéndoles. Les he dicho que no la lean hasta que yo me haya ido.

Al llegar al aeropuerto hemos decidido ir a desayunar. Por última vez. Hemos bromeado sobre cómo, una vez que yo me haya ido, podrán volver a ser una familia normal, con sus discusiones y peleas.

Al acabar, Kim ha dicho que deberíamos sacarnos una foto. He abrazado a Grace por lo que deben de haber sido 5 minutos, pero parecieron 10 segundos para mí. Mientras todo el mundo miraba e incluso se paraban alrededor de nosotros (no creo que hayan muchas despedidas tan dramáticas en un aeropuerto tan pequeño como el de West Virginia) he abrazado a Kim y luego a Lee. Luego he abrazado de nuevo a Grace. No quería separarme de ellos. Tenía tantas cosas que agradecerles que no había escrito en la carta…

Sé que en España me va a ir genial y que muy pronto estaré de vuelta en Charleston, pero hasta entonces solo me queda intentar no echar mucho de menos lo que ahora, después de todo, puedo llamar segundo hogar.