Es jueves, y yo estoy en clase terminando los deberes cuando suena el timbre que avisa del cambio de clase. Como de costumbre, saco el móvil y le echo un vistazo. Tengo un nuevo correo, pero no creo que sea importante porque son las diez de la mañana. Lo miro, ¡y vaya si es importante!
"Estancia en EEUU". Me levanto nerviosa y me acerco a mi mejor amigo. El documento con la información sobre mi destino empieza a descargarse. No se muy bien en que momento mis manos empezaron a temblar, pero el caso es que lo hacían. Abro el documento y lo primero que leo es el estado: West Virginia.
Sí, West Virginia. He de admitir que al principio no me sonaba. Y eso que había estado aprendiéndome los 50 estados. Bueno, 49, por lo que veo.
Y menos mal que ahí estaba Nico para decirme que West Virginia era un estado al este del país, entre Ohio, Pennsylvania y Virginia.
Y ahora es cuando entra Charleston en la historia. Porque sí, iré a la capital, con 51 000 habitantes y además, preciosa. Con un instituto que me encanta y lo mejor de todo: una familia genial.
Solo diré que van muchísimo con mi forma de ser. Con una hija y con mascotas. Y es que, como nos aconsejaron en Madrid, no me imaginé cómo sería la familia perfecta para mi. Pero es que si me lo hubiese imaginado, habría sido exactamente como es.
Así que aquí estoy, a menos de tres meses para irme, con más ganas que nunca y un estado y una familia más que geniales. ¿Se puede pedir algo más?